jueves, 16 de septiembre de 2010

Somos especie.-




El hombre surgió del primate, evolucionó a partir del primate, pero en su evolución desarrolló nuevas capacidades, potenció su cerebro y adquirió una nueva conciencia sobre sí mismo y sobre su entorno.


Pero, por contra, perdió algo muy importante que además debe recuperar para poder sobrevivir: su conciencia de especie.

Es conocida esa frase que dice que el hombre es el peor enemigo para el hombre. Y es una gran verdad. Eso es consecuencia de haber perdido la conciencia como especie y de haber potenciado al máximo la conciencia de individuo.


Pero la realidad es que seguimos siendo especie, y nos diferenciamos de las demás especies sólo en una cosa, en que poseemos una mente más desarrollada que nos permite tomar decisiones y hacer elecciones.


Si estas se hacen desde la conciencia de especie, siempre serán positivas y beneficiosas para la especie, para el grupo. Pero si se toman desde la conciencia de individuo, desde el egoísmo que implica pensar como individuo, las consecuencias siempre serán perjudiciales para el grupo. Y en ese sentido, que es lo que por desgracia predomina, las evidencias hablan por sí solas, los resultados están a la vista.


Nunca, en los millones de años que lleva existiendo el hombre, nunca dejamos de ser especie en la Mente del Creador, en el diseño Original. Pero esa sagrada y básica realidad se ha ido perdiendo hasta el punto de que hoy se valora y se toma como ejemplo a seguir a individuos que no siempre, o muy pocas veces, han prestado un servicio real, auténtico, a la especie humana y a su progreso y desarrollo. E incluso, los que sí lo han hecho o lo siguen haciendo, ha sido a base de grandes esfuerzos y mucha dificultad para poder sacar adelante sus proyectos y su trabajo a favor del colectivo. A veces se les reconoce después de su muerte, pero poco, muy poco se les ha apoyado en vida.


El ser humano envidia y busca imitar a los poderosos, en el terreno que sea. Envidia su fama, su dinero, su nivel de vida, su imagen. Son los dioses falsos, con pies de barro, herencia del pasado de la humanidad, que no tienen nada que valga para nada ni para nadie.


Sin embargo no llaman la atención otros que dedican su vida a los demás, que viven por y para la especie, que sufren lo inimaginable para poder sembrar ayuda y bienestar a su alrededor. Son los ejemplos a seguir, pero no parece que resulten atractivos.


Es triste, lamentable y signo de una pobreza espiritual y de una tremenda ignorancia que las cosas funcionen todavía así, pero la realidad es que muy poco ha evolucionado la humanidad como especie, como grupo consciente de su necesidad de unidad y de que este es el único camino posible para superar las dificultades y acceder a otra dimensión.


Durante millones de años fuimos especie, porque el recuerdo de la vida del primate era tan fuerte que marcaba las pautas, creaba Ley. Pero la conciencia individual desplazó a la original, y las consecuencias inmediatas fueron catastróficas.


Aunque todo hay que verlo como etapas dentro de un programa de desarrollo y evolución hacia un fin, hacia un objetivo.


El egoísmo y el ansia de poder del individuo nos están conduciendo hacia un nuevo cataclismo, hacia una nueva ruptura de la “civilización”, si es que se la puede llamar así, porque una sociedad que está regida y dominada por los caprichos y tendencias egoístas de los considerados “poderosos”, nunca puede ser llamada civilización.


Quien tenga valor que mire hacia otras especies de la naturaleza, que analice su comportamiento, sus normas sociales, las ”leyes” que las rigen, y verá lo que hemos perdido en el camino y también hacia donde nos conduce.


No fuimos diseñados para funcionar como individuos, no sabemos funcionar como individuos, no podemos funcionar como individuos. Tal actitud es una desviación consecuencia de haber recibido y desarrollado una mente más poderosa, una mente que ni comprendemos ni dominamos. Por eso en vez de ser cada día más sabios, somos más ignorantes y más destructivos para la especie y para el planeta entero.


La salida, la única salida y solución está en la unidad con los demás, en la mente grupal, en unir cualidades, potenciales, ideas, sueños, capacidades.


Y ahí radica el futuro, un futuro inevitable, aunque sea a costa de una selección dentro de la especie. Un futuro inevitable y también soñado y esperado por la mayor parte de la humanidad que sufre las consecuencias del egoísmo, la injusticia y la degradación de aquellos individuos que se creen herederos de los “dioses”.


Y, por fin, ese futuro está llegando. Su presencia se nota sobre todo por la destrucción de lo inútil, de lo que no sirve, de lo que es creado desde el egoísmo y la conciencia individual. Se nota por el derrumbe de un sistema que no fue pensado para el bien de la especie humana, sino para el provecho de unos pocos.


Mucho ha sido invocado, mucho ha sido soñado, pero ya está aquí.
Ahora nos queda cerrar el segundo capítulo de la historia de esta humanidad y abrir el tercero.
Y en el tercero volveremos a ser especie, volveremos a ser Uno. Δ

Publicado por Revista Fusión.com