El hombre afortunado es aquel que sabe para qué fue creado y se prepara para ello, rehuye todo lo demás, y no busca en las cosas mundanas más que sus necesidades indispensables.
El desafortunado es aquel que está dominado por los deseos pasionales y la distracción, de modo que siempre está luchando por más comida, ropas y placeres.
Hay que ser tan humilde como el polvo para descubrir la verdad. (Gandhi)