sábado, 13 de marzo de 2010

El niño interior.-

Tenemos dos lados diferenciados en nuestra personalidad, el Niño y el Adulto. Cuando están bien conectados todo funciona bien, si no es así porque las experiencias, las heridas han hecho que se desconecten una de la otra, se crean conflictos, vacíos etc.

Inclusive podemos pensar que no podemos actuar como un niño, ya que estos son alborotadores, inquietos etc. Y así al igual que lo valoraron de niño, puede que lo valoremos nosotros ahora, sin justicia para ese niño que todos llevamos dentro.
Nuestro niño tiene unas emociones completas, intensas, de alegría, de felicidad, de tristeza.

Es nuestro hemisferio derecho, es el SENTIR, el VIVENCIAR, nuestro hemisferio izquierdo es el adulto, hace, PIENSA, ACTÚA.
Cuando de niños se vive abandono, maltrato, nos avergüenzan etc.

El dolor es tan grande, tan insoportable que el ADULTO INTERIOR SE DESCONECTA del NIÑO INTERIOR para no sufrir.

Así el niño interior se encuentra solo, aislado del mundo y en nuestro interior, puesto que no hay nadie que lo proteja.
Al crecer y desarrollarse.

Si el Niño Interior se siente criticado, descuidado por el Adulto Interior, y se proyecta así en los sentimientos de los demás; siente que los demás son controladores, critican o abandonan, sea o no cierto.
La Ira que siente el NIÑO INTERIOR el ADULTO INTERIOR “no amoroso con él, no la escucha, así que la Ira la sentimos hacia los demás, cuando somos adultos no es solo el rechazo hacia los demás si no también hacia nosotros mismos.


El perfeccionismo, el miedo y demás son síntomas de la DESCONEXIÓN ADULTO -NIÑO y como victima también puede hacerse adicto a sustancias o a cosas, porque que necesita amor protección, aprobación y se siente merecedor de ello, puede reaccionar con ira, con violencia o con silencio.
Sin embargo el niño amado, hace que este conectado a su ADULTO INTERIOR es sensible, alegre.

Lo que hace que la acumulación de las experiencias del niño, es que podamos SENTIR y cuando no podemos hacerlo no podemos usar la sabiduría. Y es difícil ser simpático, alegre, divertirse etc. Igual que todos los niños que son espontáneos, cantan, se abrazan etc.

A veces nos invade una sensación de tristeza que no logramos controlar.

Percibimos que el instante mágico de aquel día pasó y que nada hicimos. Entonces la vida esconde su magia y su arte.

Tenemos que escuchar al niño que fuimos un día y que todavía existe dentro de nosotros.

Ese niño entiende de momentos mágicos. Podemos reprimir su llanto, pero no podemos acallar su voz. Ese niño que fuimos un día continúa presente.

Bienaventurados los pequeños, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Si no nacemos de nuevo, si no volvemos a mirar la vida con la inocencia y el entusiasmo de la infancia, no tiene sentido seguir viviendo.

Existen muchas maneras de suicidarse. Los que tratan de matar el cuerpo ofenden la ley de Dios. Los que tratan de matar el alma también ofenden la ley de Dios, aunque su crimen sea menos visible a los ojos del hombre.

Prestemos atención a lo que nos dice el niño que tenemos guardado en el pecho. No nos avergoncemos por causa de él. No dejemos que sufra miedo, porque está solo y casi nunca se le escucha.

Permitamos que tome un poco las riendas de nuestra existencia. Ese niño sabe que un día es diferente a otro.


Hagamos que se vuelva a sentir amado. Hagamos que se sienta bien, aunque eso signifique obrar de una manera a la que no estamos acostumbrados, aunque parezca estupidez a los ojos de los demás.
Recuerden que la sabiduría de los hombres es locura ante Dios. Si escuchamos al niño que tenemos en el alma, nuestros ojos volverán a brillar.
Si no perdemos el contacto con ese niño, no perderemos el contacto con la vida...

Paulo Coelho