Defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables, de las ausencias transitorias y las definitivas
Defender la alegría como un principio, defenderla del pasmo y las pesadillas,
de los neutrales y de los neutrones, de las dulces infamias y los graves diagnósticos
Defender la alegría como una bandera, defenderla del rayo y la melancolía, de los ingenuos y de los canallas, de la retórica y los paros cardiacos, de las endemias y las academias.
Defender la alegría como un destino, defenderla del fuego y de los bomberos,
de los suicidas y los homicidas, de las vacaciones y del agobio, de la obligación de estar alegres.
Defender la alegría como una certeza, defenderla del óxido y la roña, de la famosa pátina del tiempo, del relente y del oportunismo, de los proxenetas de la risa.
Defender la alegría como un derecho, defenderla de Dios y del invierno, de las mayúsculas y de la muerte, de los apellidos y las lástimas del azar, y también de la alegría
Mario Benedetti
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