Salmo 23.
(Para provisión)
Aunque ande en valle de oscuridad
y de sombra de muerte,
no temeré mal alguno, Padre,
porque Tu estas conmigo.
Tu vara y tu cayado
me infunden aliento.
Aderezas mesas delante de mí,
en presencia de mis angustiadores;
unge mi cabeza con aceite,
mi copa está rebozando.
Ciertamente, el bien y la misericordia
me siguen todos los días de mi vida
y en Tu casa, Señor,
moraré ya para siempre.
Gracias Padre.
Que Dios te bendiga abundantemente de todas las sustancias que necesitéis ahora y por siempre y que los Ángeles te guíen por el sendero de la luz.
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