viernes, 26 de noviembre de 2010

23.-



Salmo 23.

(Para provisión)

Aunque ande en valle de oscuridad

y de sombra de muerte,

no temeré mal alguno, Padre,

porque Tu estas conmigo.

Tu vara y tu cayado

me infunden aliento.

Aderezas mesas delante de mí,

en presencia de mis angustiadores;

unge mi cabeza con aceite,

mi copa está rebozando.

Ciertamente, el bien y la misericordia

me siguen todos los días de mi vida

y en Tu casa, Señor,

moraré ya para siempre.

Gracias Padre.


Que Dios te bendiga abundantemente de todas las sustancias que necesitéis ahora y por siempre y que los Ángeles te guíen por el sendero de la luz.



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