sábado, 11 de diciembre de 2010

Caballo de carreras.-


Imagínate que eres el propietario de un caballo de carreras que vale un millón de dólares.

¿Lo alimentarías con cualquier cosa? Claro que no.

Seguro que te ocuparías de proporcionarle el mejor alimento, con buenos nutrientes, y que consultarías al veterinario.

Y tu cuerpo, ¿cuánto vale para ti? ¿Vale más que el caballo de carreras? Entonces, vale mucho más de un millón de dólares, ¿no es así? ¿A cambio de qué cantidad dejarías que te sacasen un ojo?

¿Quinientos mil dólares? ¿Cinco millones? Estamos hablando sólo de un ojo... ¿Y los dos? ¿Y las orejas, la boca, la nariz y las otras partes vitales que no es necesario citar...? ¿Diez millones? ¿Cien?

En realidad, el valor de tu cuerpo es como el valor del rey en el juego de ajedrez. No tiene precio.

Es un valor absoluto. Su precio es la propia vida.

Por lo tanto, teniendo en cuenta que posees un cuerpo de un valor incalculable, ¿te preocupas por lo que comes de la misma forma en que te preocuparías por el caballo de un millón de dólares?

¿Menos? ¿Más? Generalmente te preocupas menos, ¿no es verdad?

«El hombre es lo que piensa y lo que come»



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